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Jun.23, 2022

Fallas del Pirineo - Fiesta de San Juan

En torno a la festividad de San Juan (23 de junio), varios municipios del Valle de Benasque reviven las prácticas ancestrales relacionadas con antiguos cultos al sol a través del fuego.

Son las fallas del Pirineo, declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

Sahún quizás sea la localidad con la fiesta más espectacular. Parece ser que la tradición de ‘Les falles de Saúnc’ se ha mantenido a lo largo de los siglos, con el volteo de las bolas de fuego como elemento más vistoso. Cada 23 de junio los participantes prenden su falla (una vara de avellano y corteza de abedul, preparada días antes) en la hoguera encendida en la plaza del pueblo. Desde ahí, recorren las calles hasta la zona del Barranco, donde mueven sus fallas por encima de sus cabezas, formando lenguas que iluminan el cielo y crean una lluvia de fuego.

Laspaúles, Villarrué y Suils son las tres localidades del municipio de Laspaúles que mantienen la tradición la noche del 23 de junio. Desde la hoguera encendida en lo alto del monte, el camino de tierra guía la serpiente de fuego en la que participan, principalmente, abuelos y nietos. Cada uno es responsable de preparar su propia falla, principalmente con unas hierbas secas que prenden en la hoguera principal y se traslada hasta la plaza del pueblo. Algunos piden deseos y todos celebran la fiesta con una cena popular.

En el municipio de Montanuy, tres localidades mantienen la ‘Baixada de falles’: la propia Montanuy, Aneto y Castanesa. El ritual es muy similar en todas ellas, si bien varía la fecha de celebración. En la primera, es la noche del 23 de junio. En Aneto, retrasan la celebración al primer fin de semana de junio; y en Castanesa, coincidiendo con su fiesta mayor, se celebra en la víspera de la festividad de San Pedro, es decir, en la noche del 28 de junio. El citado ritual comienza cuando los fallaires ascienden con sus fallas hasta el faro, la montaña cercana desde la que luego descienden, a partir de las 23 horas. Ahí, una hoguera alimenta cada antorcha, que ilumina el camino de regreso hasta el pueblo, dibujando una serpiente que continúa por las calles hasta el pi o faro del pueblo.

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